lunes, 19 de diciembre de 2011

Hermann Bruenner

Sus ojos aunque cansados de habitual, siempre reposados y tranquilos tras la protección de aquellas gafitas de pinza estaban hoy exultantes, juguetones y brillantes deleitándose por cuanto le rodeaba.
Aquel hombre pese a su edad albergaba a un joven testarudo y ansioso, albergaba todavía a un aventurero indomable, y es que decenas de viajes pos todo el mundo solo habían hecho que inflamar y llenar su espíritu con nuevas ansias de exploración.
Cierto día salio de Lübeck subido a bordo de barcos de la marina francesa y más tarde de la Royal Navy, una vez en tierra surcando dos oceanos viajo únicamente acompañado de guiás afganos por las estribaciones del Hindu Kuch en su camino a la india mas salvaje.

Realmente lo que estaba contemplando era un tesoro digno de conservarse, se encontraba ante las ruinas de la mas remota de las Alejandrias, nunca vista jamas por ningún occidental, por ningún infiel, tan solo los nómadas musulmanes que evitaban pasar mucho tiempo allí estremecidos por los susurros atrapados en las arenas que a veces escapaban de alli.

Alejandro el Magno a su paso conquistador por Asia dejo como legado múltiples ciudades que llevaron su nombre, algunas tan famosas como la Alejandria de Egipto y otras perdidas y desaparecidas para siempre en el olvido.
Este es el caso de esta ciudad largamente olvidada y consumida por el tiempo cuando los guerreros partos y tocarios despedazaron aquel reino de los Bactrianos los sucesores griegos de Alejandro Magno que dominaron Afganistan y Pakistan estableciendo una monarquía helénica.

Tras la batalla de Poros contra los indios Alejandro Magno perdió a su compañero mas fiel, el que le habia seguido hasta ahora, alguien que quizas le era mas cercano, su caballo Bucefalo.
Bucefalo quedo severamente herido tras la batalla, y despues de que Alejandro ordenara la construcción de una ciudad en honor a su victoria acudio presto a ver como evolucionaba el animal.

El animal estaba agonizante, y en cuando tras largas horas murió decidió fundar sobre su tumba la ciudad que eclipsara a todas las Alejandrias hasta ahora construidas, y en un delirio de hombre consumido por la gloria, endiosado y cada vez mas excéntrico ordeno que se levantase la ciudad mas maravillosa que un griego jamas hubiese visto, Alejandria de Bucefala.

Corre el siglo XVII y un hombre menudo acompañado por sus guiás autóctonos recorre las ruinas de la ciudad, este hombre ha pasado la vida viajando, sin embargo no puede dejar de maravillarse ante lo que ve y apenas si se da cuenta del creciente terror que asalta a sus guiás que caminan ya varios pasos por detrás de el incapaces de acercarse mas.
Los afganos con cierto temor acompañaron a nuestro protagonista ante el colosal sarcófago de mármol, este se encontraba en una enorme sala hipetra a través de la cual se accedía a una monumental sala hipostila formada por de cenas de columnas con capiteles corintios, y tras esto... el gran mausoleo.

Aquello era una mixtura maravillosa de elementos egipcios griegos y punjabies, aquello era muestra del vivo crisol de razas y culturas con el que nutrio su imperio el divino rey. Hermann Bruener observaba extasiado la enorme sala.
Para él aquello era la cumbre de su carrera, la culminación a una vida, para ellos la ciudad se llama Bhadrasva y esta es la tumba del mas poderoso de los demonios que descendió a horadar la tierra.

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