Un grito rompió la quietud del bosque, y de repente el atronador rugido de las trompas de guerra, la marea humana salio de los bosques, la caballería salio disparada adelantando a la infantería en su endiablada carrera hacia el campamento.
Cayeron como un peso muerto sobre las tiendas, arrasando con todo, los caballeros no habían tenido tiempo ni siquiera de colocarse la armadura, murieron a cientos, fue una carnicería, los ejércitos apenas habían conseguido sacudirse el frió de la noche con las primeras hogueras cuando cayeron sobre ellos decenas de jinetes.
En una sola noche cayo todo el ejercito del Megaduque Sajarin, el hombre que iba a aglutinar a los reaccionarios, a los que iban a resistir la acometida de aquellos herejes del norte, había perdido a todo su ejercito en un mal movimiento, presa del orgullo había caído en la trampa que le habían tendido los emisarios de la Diosa.
Nuevos tiempos se advenían al antiguo reino, las planicies de Sarvasia tenían nuevo dueño que iba a demostrar su ferocidad frente a las puertas de Toblost.
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