El guardián gemía de miedo y terror, la serpiente de la locura se le enredaba entre las piernas y poco a poco le atenazaba, serpenteaba hasta alcanzar su cuello buscaba asfixiarle…
Y mientras a lo lejos… él se contentaba con mirar las estrellas, con naufragar en los insondables arroyos de luz, pero cerca queda la noche mas cerrada y con ellas todas… todas las luces se apagan.
El ultimo aliento del guardián expira lejos de su cuerpo, podría haberse salvado, podría haber huido haber dejado aquella torre de amargura y pertinaz oscuridad.
Podría haber ido muy lejos, pero no lo hizo, en su lugar cuando todo era presa del caos y del horror, cuando ígneas lenguas se hacían con los pisos inferiores de la torre el subió mas arriba en lugar de escapar descolgándose de una ventana.
Cuando ya eran varios los pisos que se consumían por las llamas, él continuo subiendo, y subiendo. Recogió el pesado cofre y aunque apenas si podía sostenerlo continuo con el, avanzaron juntos, peldaño a peldaño, hasta la cima de la torre.
Un humo negro manaba de la base chamuscada de la torre, el fuego ascendía con paciencia.
Y el guardián se aferraba al tesoro.
Decidió no abrirlo, decidió morir abrazado a el, decidió que era lo mas valioso que podía aspirar a proteger y se sentencio así mismo.
Ahora el guardián es ceniza que se dispersa al viento, y el cofre metálico apenas ha sufrido por los embites del fuego, ahora el guardián es historia y el tesoro leyenda.
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