Los recuerdos son imprecisos, se alteran con tanta facilidad que cambiarlos es un juego de niños como demostró aquella psicóloga americana, Elizabeth Loftus, aquella mujer se dedicaba a jactarse de lo fácil que es alterar los recuerdos personales introduciendo falsos recuerdos o evocando recuerdos que nunca ocurrieron. Con tomar un par de datos de nuestra infancia introducía que en nuestro viaje a disneyland le dimos la mano al ratón Mickey o que pasamos horas aterrados perdidos en un centro comercial donde siempre nos llevaban comprar nuestras madres.
Ella misma también demostró que nosotros mismos podemos hacernos cargo de esos recuerdos sin darnos cuenta y convertirlos en cosas mas asumibles. Hacernos las cosas mas fáciles, llenar las lagunas de lo que no entendemos, racionalizar el desorden, hacer encajar las piezas... plantealo como quieras... pero es un hecho.
Los recuerdos son tan poco fiables... pero a ala vez es lo único que nos queda cuando pasa el tiempo y no dejamos anda mas como testigo.
No son nada a lo que podamos aferrarnos.
Quizás, por esto no valga la pena continuar dando le vueltas a lo que dijera la tía de Pia, mujer que por lo pronto estaba ahora mismo más en su propio mundo que en el nuestro, hay quien argumentara que precisamente por eso el que esa mujer fuese consciente de ello lo hace mas llamativo o por otra parte la invalida totalmente como testigo de nada, tampoco daría mucha credibilidad a los retazos que quedan en la mente de una niña, quizás sea mas útil avanzar y continuar hacia delante.
Adentrarnos en los últimos años de Pia en el instituto me resulta mas interesante ahora mismo, y ademas, nos dejara un sabor de boca mucho mas dulce que los de aquella etapa hostil y oscura que los antecede, si bien las sombras no se han disipado, por lo menos han dejado de acumularse sobre aquella niña de porcelana, en la que las sonrisas, hacia años que habían sido sustituidas por muecas cargadas de desprecio.
En esta etapa Pia, que ya hacia años había descubierto un mundo diferente en las novelas y libros, por los cuales vivía totalmente al margen del mundo que la rodeaba, ahora era capaz de apreciar muchas cosas que antes pasaban por delante de ella sin dejar marca.
Era capaz de apreciar el arte, su tía que había sido conservadora de una pequeña sala de exposiciones que tenia un gran banco en la ciudad, había decidido apartar aquellas brumas que la llenaban regalandole libros sobre cuadros, y enseñandoselos a su díscola sobrina.
Aquella maniobra, no había conseguido efecto alguno sobre ella, su interés había sido nulo y cargado de rechazo, sin embargo cuando su tía dejo el asunto, la joven comenzó a lanzarse sobre aquellos libros y a devorarlos. Comenzó a informarse sobre cada obra y aunque permaneció mucho tiempo estancada entre la devoción y la admiración de los cuadros del simbolismo, ya sabes Franz von Stuck, William Blake Cuando abrió aquel libro leyo:
Y contemplad al Gran Dragón Rojo, con siete cabezas y diez cuernos, y siete coronas sobre sus sienes. Y su cola barrió la tercera parte de las estrellas del cielo, y las arrojó sobre la tierra...
En esta pintura el Dragón rojo despliega sus alas y se prepara para devorar el vástago de una mujer embarazada.
Aquello fue un definitivo paso en su vida, aquellas imágenes pasaron a componer para siempre su mitología interior, la fuerza, al destrucción, el pánico y el terror, enfrentándose a la vida.ya sabes William Blake, pero no solo el Franz von Stuck y muchos otros, sobre todo y Munch, muchísimo Munch, demasiado y durante muchos años.
Aquella casa estuvo tomada por aquel fallecido genio y la personal interpretación que se hizo de su obra, pero casi dejar aquella especie de pesadilla artística que atenazo a la familia apra mas adelante para podernos centrar en aquel primer progreso, inaudito en ella y que por tanto fue alimentado con libros de arte, con poemarios de los poetas malditos y demás parafernalia que parecía tener las inauditas propiedades de devolver al hasta hace unos años cada vez mas ausente y languideciente espíritu de Pia.
Pia estaba irreconocible, cuando salia de su trance de ausencia pasaba horas enumerando las razones por las que el arte, el arte en si mismo, el mero hecho de crear era la única y verdadera razón de la existencia del ser humano, manejaba con tanta soltura los nombres de aquellos pintores malditos y los de sus obras que parecía que hubiese nacido en aquella época y se hubiese rodeado de tales compañías.
Para ella fue como una enorme explosión interna que mano de ella como un geiser, fue repentino, como si una enorme cantidad de energía se hubiese estado acumulando en el subsuelo para emerger de repente. Los padres sin embargo quedaron un tanto consternados ante el cambio dudando si preferían a la arisca muchacha que no habría la boca o aquella pequeña y resabida erudita que por otra parte era incapaz y se negaba a abordar cualquier otro tema de conversación, derivando todo lo que la sucedía a la gran razón de la vida, EL ARTE.
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