"Elige vida. Elige un empleo. Elige una carrera. Elige una familia. Elige un televisor grande que te cagas. Elige lavadoras, coches, equipos de compact disc y abrelatas eléctricos. Elige la salud, colesterol bajo y seguros dentales. Elige pagar hipotecas a interés fijo. Elige un piso piloto. Elige a tus amigos. Elige ropa deportiva y maletas a juego. Elige pagar a plazos un traje de marca en una amplia gama de putos digitos. Elige bricolaje y preguntarte quién coño eres los domingos por la mañana. Elige sentarte en el sofá a ver tele-concursos que embotan la mente y aplastan el espíritu mientras llenas tu boca de puta comida basura. Elige pudrirte de viejo cagándote y meándote encima en un asilo miserable, siendo una carga para los niñatos egoístas y hechos polvo que has engendrado para reemplazarte. Elige tu futuro. Elige la vida... ¿pero por qué iba yo a querer hacer algo así? Yo elegí no elegir la vida: elegí otra cosa. ¿Y las razones? No hay razones. ¿Quién necesita razones cuando tienes heroína?"
Creo que en algo así es en lo que estamos pensando todos cuando llega la temporada de exámenes, cuando se llenan las bibliotecas de jóvenes que intentan responsables, que intentan tomar la que se dice es la opción buena, que buscan hacer de ellos algo mejor, que quieren ser loables miembros de esta sociedad mentecata.
Pero después de pasar 6 horas dedicando tu tiempo a aprender lo que a uno se le exige saber, muchas veces al margen de que sea necesario, todos hemos estudiado tochos infumables correspondientes a asignaturas casi obsoletas que parece solo existan para llenar esos creditos, que son lo único que importa.
Llenar tus créditos, cumplir con tu Master, tu licenciatura, tu grado tu lo que sea, cumplir tu cota, para que ellos puedan usarte para que cumplas su cota de productividad y sirvas de engrase a este sistema que llevaba desde 2008 chirriando salvajemente.
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